miércoles, 17 de enero de 2007

Convivio

Dante Alighieri, padre del italiano literario y uno de los mejores escritores de todos los tiempos, conocido por su “Divina comedia” obra cumbre de la cosmología medieval cristiana pasó toda su vida enamorado de Beatriz Portinari. Un amor al que dedicó su vida entera y para quien consagró la propia “divina comedia” y su “Vita nuova”. El poeta italiano nunca recibió de su amada Beatriz más que leves sonrisas y algún que otro saludo en toda su vida pero eso le bastó para que la llama de un amor ardiente y eterno se encendiese en su corazón. Cuando Beatriz, que estaba casada, se enteró de los sentimientos de Dante lo primero que hizo fue dejar de saludarlo y sentirse extremadamente ofendida. Dante profundamente dolido se lanzó a una vida de placeres y se acabó casando con una muchacha de Florencia para intentar olvidar a Beatriz, su amor de juventud, pero nunca pudo.

Hacia el final de su vida intentó orientar su amor por Beatriz, que ya había fallecido, hacia la filosofía y la vida contemplativa y para ello escribió la obra “Convivio” pero no logro su objetivo.

El 14 de septiembre de 1321 Dante murió de fiebres rodeado de sus hijos y la última palabra que pronunció fue “Beatriz”.

El ejemplo de Dante nos enseña que hay amores que son eternos y perduran eternamente y ni la muerte ni la imposibilidad de que ese amor prospere son impedimento para que marquen nuestra vida para siempre.



“Un día, habiéndome extraviado en una oscura selva habitada por fieras salvajes, divisé a lo lejos la figura de un hombre,…Se acercó y me dijo que era la sombra de Virgilio, el poeta latino, y se ofreció como guía para acompañarme a las regiones donde los malos son atormentados eternamente,…, la sombra añadió que Beatriz, hermosa y santa mujer, estrella y norte de mi vida, había descendido del cielo y le había implorado que me sirviera de guía” (Principio de la “Divina Comedia”)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cogió su paquete de Marlboro y pensé que debía ser un buen tipo. Se paseaba por la mesa redonda donde conspiraban los traidores como si fuera su casa. Él estaba allí y pocos le conocían. Los de más bajo rango murmuraban que él había sido el más gran general de aquél ejército de bandidos. Los dos máximos oficiales y dirigentes, tras haberle resucitado, cruzaban infinitamente la puerta de un despacho y se agarraban al teléfono como si en ello les fuera la vida. Mientras tanto, los demás comentaban uno por uno en un muy humillante turno de deliberaciones sus impresiones sobre el camino a seguir. Era una revolución democrática, parecían decir. A aquél turno de palabra compartida le sucedió una ronda a puerta cerrada con quienes discrepaban. Yo también pasé por ahí. Al día siguiente, recibí sobre las nueve y cuarto de la mañana una llamada de alguien que me preguntó si estaba nervioso y adivinó que estaba fumando.

Aquello sucedió entre la primavera y el verano de 2004, si no recuerdo mal. Tiempo después, volví a ir a aquel histórico centro de operaciones. Confieso que noté la sala cambiada; había una mesa con bebidas y bocadillos y entremeses y un ambiente festivo inconcebible casi dos años atrás. Estábamos todos los recién nombrados oficiales y me permití el lujo de abandonar aquel jolgorio y volver al cuartel general a trabajar. Sin embargo, mientras salía, admiraba aquellas paredes que un día se me hicieron trágicas y premonitorias del fin y entre ellas aún parecían resonar aquellas palabras del fumador de Marlboro: “no sé a dónde vamos a llegar, pero seguro que nos vamos a divertir”.

Anónimo dijo...

Hay que ver... Lo leo y me emociono de nuevo... Creo que tal vez fuera en el 2005, a saber. ¡Qué tiempos aquellos en los que estábamos vencidos y qué trepidantes! Qué tiempos aquellos en los que cuando todo parecía perdido dijimos "basta" y poco a poco fueron cambiando los pronósticos... Quien volviera a vivirlo, a sentirlo, a ganarlo!

Y ahora que lo pienso, quémala es esta vida de guerras en la que apenas tuve tiempo de disfrutar los éxitos... Ojalá pudiéramos, amigo, recuperar el norte de las cosas... Y volverlo a vencer.

Sergio Moliner Clemente dijo...

Recuperar el norte y volverlo a vencer es lo que más deseo amigo lector pero lo veo tan inalcanzable.... Aún asi mis esperanzas aunque mueran cada día renacen como el Fenix. Hay cosas que aunque en silencio y por dentro merecen la pena ser llevadas como una marca eterna que nos indica que aún estamos vivos y que somos humanos.

Un saludo a traves de nuestras conexiones inalambricas.

Anónimo dijo...

no os falta razón cuando teñís con el manto de la melancolía aquellos momentos que, aunque fugazes cual estrella que cruza el firmamento en un último halo de energía vital, no dejaron de marcarnos con la intensidad de su sentido poético. Se hace difícil revivir un tiempo en que nuestros sueños parecían estar tornándose en el hecho que acontece justo cuando inclinas tu rostro y miras al de al lado, cigarrillo en mano, dejando entrever a través de esa espesa niebla de nicotina que el futuro no es más que aquello que tu pretendes que sea... que momentos.

No sé si volveran, estimados cohetáneos, pero no será por nuestra falta de coraje en la lucha por la verdad que esa batalla será perdida. Miremos hacia arriba buscando el significado de nuestros pasos en este deambular por la aridad del aquí y ahora. Quizás volvamos a hayar nuestro auténtico ser.