Hay tantas cosas que no entiendo, tantas y tantas cosas que no comprendo. La vida va demasiado rápida para que pueda llegar a asimilar la mitad de cosas que ocurren. La dinámica de la existencia me arrastra imparablemente y me impide detenerme a analizar nada. Pero aún así ojalá pudiese saber, conocer, entender. Pero cambiaría todo mi conocimiento, mi entendimiento, todo, por poder saber algo muy simple que no entiendo.
Una lucha eterna y que merma mis sentidos mantengo con el silencio, con la contención, soportando la promesa tácita que escribí con letras de fuego de no romper la normalidad. Pero a veces me gustaría poder desgarrar esta cortina de educación (que otros llamarían hipocresía) y saber, conocer, entender.
Ojalá estas confusas líneas diesen conocimiento, abriesen las mentes y los corazones. Pero me temo que acabarán muriendo en el olvido, tarde o temprano, pero aún así yo sigo queriendo saber, conocer, entender.
Desde fuera, lejos de donde debería estar, queriéndome quejar de mi castigo y a la vez rendido a mi verdugo, el cual es también mi causa, me siento confuso, perdido, aturdido y desorientado pero soñando con saber, conocer y entender.
Maldito sea el silencio que tengo por respuesta y bendito sea también porque tú eres quien me turba y me das la paz. Aborrezco esta normalidad falsa que son las aguas cristalinas donde veo tu reflejo pero a la vez sé que si las agito perderé, tal vez por siempre, lo que en ellas veo.
Acaben mis pensamientos, hiérame el sueño con punzón certero y duerma arropado por algún sueño. Olvidemos estas palabras, olvídese todo, destruyamos los pensamientos, construyamos muros de normalidad que secretamente desearé derribar porque deseo saber, conocer y entender.
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