sábado, 21 de abril de 2007

Ascendí muchas montañas, pero ninguna como esta

He afrontado muchas cosas en mi vida, sufrido duras derrotas, alcanzado éxitos maravillosos, disfrutado de momentos felices, sumido en tristezas desgarradas. Todo esto he vivido hasta hoy. Cuando creía que ya nada sería capaz de doblegarme llegó algo inesperado que racionalmente se que debería añadir a mi lista de cosas irrealizables o esconderlo en el cajón de los sueños increíbles. Pero sencillamente no puedo, soy incapaz de dejar de pensar en las cuerdas, el equilibrio, los poemas, las palabras, las ideas, los libros, las canciones, las horas, los minutos… y sobre todo esto el silencio, una horrible sensación de impotencia que me impide hablar y que me hace sentir estúpido. Quizás, pensé el otro día mientras intentaba conciliar el sueño, si hablase podría seguir caminando, pero tal vez es mentira o es verdad o no lo sé. Y así poco a poco han ido pasando los días dejando un rastro de amargura contenida que como una ligera anestesia duerme mis sentidos. Puede que mañana despierte, puede que mañana duerma o puede que mañana sea hoy o que el mañana desaparezca emborrachado por la rutina embustera. Pero si algo es cierto y no puedo negar es que tan sólo unas palabras serían capaces de sanarme. Me gustaría poder hablar al viento, y que me llegasen esas palabras, en lugar de esperar en este desierto eterno notando la soledad que respiro en el ambiente y que me asfixia.

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