Fue una tarde de filosofía, reflexiones y confesiones de humanidad entre edificios milenarios y campanas de culpabilidad. Entre todo aquello salió mi historia y mi destierro y las lágrimas se escondieron bajo la apariencia de la filosofía trascendental y la psicología freudiana. Cuando me despedí de mi confidente una sensación de amargura general invadía el ambiente. Me fui a casa, meditando, desesperanzado y con ganas de sincerarme pero no sé si un día podré hacerlo.
domingo, 22 de abril de 2007
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