Conozco a un hombre que sueña con una vida que nunca fue, con un camino que tuvo que abandonar cuando en una encrucijada de la vida las circunstancias le obligaron a tomar otros senderos. Este hombre que tiene alma de O’Donnell y corazón de San Ignacio vive atrapado en una vida gris que se ilumina con pequeños destellos de olor a pólvora y espuma de mar. Alguien que cada noche vuelve a casa más resignado y desilusionado porque la humanidad no entiende sus sueños de capitán de barco.
Pero este hombre no está solo, miles de otros soñadores le acompañan y se cruzan en su vida, personas que ahogan su tiempo en horas muertas en Internet, series de televisión que les hacen sentir aquello que no son y libros viejos que hablan de países legendarios. Todos y cada uno de estos soñadores juegan a cerrar sus ojos e imaginarse que sería de sus vidas si el mundo fuese diferente mientras sus ilusiones pasan como las olas en un día cálido de verano para acabar muriendo en la playa del olvido.
A todos ellos mi homenaje más sincero y mi deseo de que un día alcancen sus sueños.
Seguid soñando, sigamos soñando.
jueves, 11 de enero de 2007
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