A veces guardamos en lo más profundo de nuestro ser palabras y sentimientos que no podemos expresar. Palabras que si saliesen de nuestra boca atravesarían el aire como espadas para clavarse en el corazón de alguna persona. Palabras que brotan del alma misma, de nuestros sentimientos, y que se esconden tras los recovecos del miedo y la vergüenza.
Yo mismo mientras escribo esto me gustaría poder decirle a alguien cosas que tengo que callar por miedo, cosas que siento y que un día tuve que ocultar porque el mundo había cambiado y aquellas palabras dejaron de tener sentido. Pero por mucho que las escondamos allí están, esperando, al acecho, encubiertas tras ese enorme abismo que son los sentimientos.
Cuanto sufrimos porque tenemos que esconder nuestros sentimientos sólo lo sabemos nosotros mismos y aunque parece que con esto no hacemos nada malo poco a poco, sin que nos demos cuenta, nuestro corazón se endurece engrosado por una capa más de resignación que aumenta como la corteza de un árbol viejo. Si el mundo se acabase mañana cuántas cosas seríamos capaces de decir… cuántos sentimientos tan largamente reprimidos dejaríamos estallar… Pero la vida sigue y no podemos permitirnos el ser débiles aunque las palabras nos quemen por dentro.
Hoy me vuelvo a acostar con un sentimiento que se me clava y me desgarra, algo que un día proclamaba a los cuatro vientos y que hoy escondo en un rincón de mi alma y que me quema por dentro.
viernes, 12 de enero de 2007
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