lunes, 29 de enero de 2007

La noche más larga de todas

Alguien le recordó palabras de un tiempo atrás y a su memoria vinieron viejos sueños y nuevas ilusiones. Su mundo se desmoronaba bajo sus pies día a día pero se mantenía sobre aquellas ruinas gracias a una especie de equilibrio místico. Su vida era tan miserable que ni el dinero que había amasado durante tanto tiempo le consolaba, y su única ilusión era ver pasar los días y los meses con rapidez. En su desesperación sonreía al viento y saludaba a las estrellas cada día, como si haciendo aquello lograse congraciarse con el universo en la búsqueda de una felicidad cotidiana. Pero en realidad su vida se apagaba poco a poco, agonizante como los rescoldos de un fuego que antaño ardió con fuerza. Pero una noche especialmente larga, mientras el reloj se dormía con el ritmo pesado de los minutos del invierno, mientras intentaba dormir enroscado a una vieja manta, le despertó un terrible sueño. Se levantó de su cama y atravesó el aire frío como un fantasma y mirándose en el espejo del cuarto de baño reconoció en su rostro a su más terrible enemigo: él mismo. Volvió a su pequeño cuarto lleno de grandes recuerdos y cuando se durmió soñó que era libre de su destino. Imaginó una vida que nunca tendría, una entrega que nunca lograría. Cuando despertó aquella mañana recogió los trozos de vida que le quedaban y los guardó bajo llave con sus recuerdos en una pequeña caja y decidió no soñar ni buscar más. Metió la llave en un sobre y la envió a una dirección que apenas ya recordaba y continúo viviendo en medio de los escombros de sus sueños. Se prometió a si mismo que nunca más tocaría aquella caja salvo que alguien viniese con aquella llave para abrirla.
Mientras que su vida pasa y cada noche es más larga que la anterior hay en algún sitio alguien que tiene esa llave en sus manos, para quien también la vida pasa y las noches se hacen largas.

Este breve relato está escrito en homenaje respetuoso a A. gracias al cual es posible la publicación de fotos artísticas en este blog que él mismo hace y que amablemente nos cede. Con mis mejores deseos y con la esperanza de que él también, como todos nosotros, logre sus sueños.

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