Las cuatro de la mañana y el portátil sigue haciendo cosas raras, el maldito virus haciendo de las suyas. Como siempre cuando piensas que has llegado a un trato con alguien lo acaban rompiendo, el virus no destruía mi información y programas vitales y yo no lo borraba del portátil. Pero finalmente me veo traicionado por esa cosa incomprensible que decide tomarla con los controladores de audio y video. Se carga todo lo habido y por haber y, por si acaso quería hacerme ilusiones, devora el Outlook con una rapidez pasmosa y le sorbe los jugos vitales al ya maltrecho Messenger. Lo intento todo, arreglarlo, reinstalar cosas, reiniciar cinco veces. No hay nada que hacer. Acabo mis conversaciones penosamente soportadas tras una ventanita de error general, que si toco me cierra hasta la tapa del trasto, y me marcho a dormir con la intención de formatear y reinstalar todo el domingo por la mañana.
domingo, 21 de enero de 2007
Lo formateé porque era mío
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