Esta misma tarde discutía con un viejo amigo sobre el significado del amor. Sobre qué es esa pequeña y alocada cosa que llamamos amor y que tanto ansiamos encontrar. Tras mucho discutir se me ocurrió dar una definición que es esta:
Si (…) entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.
Efectivamente la definición no es mía es de San Pablo y se encuentra en la Biblia en el capítulo trece de la primera carta a los corintios.
Tras leer esta definición estuvimos mi amigo y yo, por fin, de acuerdo en algo en toda la tarde: ¿Hay alguien que no haría suya esta definición del amor?
viernes, 19 de enero de 2007
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