Existen dos clases de personas, aquellas que actúan de forma ordenada y medida y los que son movidos por impulsos y pasiones. A los primeros les llamaríamos personas responsables y sobre ellos recae el peso de mantener en orden y estable la sociedad. A los segundos se les debe las genialidades y los fracasos de la humanidad porque son capaces de las mayores proezas y de las más terribles catástrofes. Los responsables tienen existencias moderadamente alegres, atemperadas por su carácter responsable y sus vidas sosegadas. Los impulsivos son personas que viven cada momento con trascendencia y fluctúan entre la alegría absoluta y la mayor de las desgracias. Aquellos que son pilares sólidos de la sociedad puede que no sean capaces nunca de genialidades que revolucionen lo que conocemos pero ciertamente gracias a ellos todo funciona a la perfección. Los otros, entre los cuales siempre he considerado que puede que pertenezca, acaban o consumidos por su genialidad o destruidos por sus errores sin ningún consuelo más que las ruinas de sus imperios frustrados.
miércoles, 14 de febrero de 2007
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