lunes, 5 de febrero de 2007

Caminos que nunca existieron

Y lentamente la vida sigue recreándose en los detalles que nacen en los recovecos del alma. Dando vueltas y más vueltas atrapados en una espiral infinita de sensaciones efímeras, muriendo a cada minuto y soñando cosas imposibles. Una vida que se escurre entre los dedos mientras la bebemos con el ansia del viajero sediento. Mi vida que es como la tuya; que se cruzan en un instante, mientras rompemos el velo de la noche con palabras doradas, mientras a lo lejos la luna nos recuerda con su luz la mentira que nos creemos.

2 comentarios:

angel dijo...

Es la luz de la luna lo que nos abre los ojos y nos hace volver al mundo real en el que seguimos viviendo inexorablemente. Es la luz de la luna que, como el sonido del despertador cada mañana nos arrebata de los sueños de la noche y nos recuerda que debemos continuar la lucha cotidiana, nos hace conscientes del mundo imaginario e ideal en el que estábamos durante un instante, que se hizo breve y a la vez será eterno, porque ese instante será recordado, quizás no conscientemente, pero sí permanecerá, como un recuerdo que lanzamos al mar y se sumergió en él, pero que tarde o temprano resurgirá y flotará, empujado por una fuerza incognoscible e inexplicable.
La luz de la luna es el elemento real, mientras que la literatura es el elemento imaginario. Es la literatura un refugio, un mundo paralelo en el que nos movemos y del que a veces nos gustaría no salir nunca, preferiríamos no ver esa luz de la luna, para seguir en la mentira de la imaginación. La más dulce mentira, la única que merece ser vivida plenamente.

Pero al mismo tiempo que disfrutamos como niñós de esta mentira, surge la eterna pregunta, melancólica, como todas las preguntas que son eternas; que escribió JMCoetzee en el final de 'Infancia': "¿Cómo los guardará todos en su cabeza, todos los libros, toda la gente, todas las historias? Y si él no los recuerda, ¿quién lo hará?"

Espero que lo recordemos.

Sergio Moliner Clemente dijo...

Cuando ya dejamos atrás nuestra infancia, cuando ya hemos dejado de ser niños, cuando los libros ya no son suficiente refugio para nuestras almas, entonces, sólo entonces, tenemos que buscar bajo la luz de la luna nuevos caminos, nuevos horizontes.
Aquí estamos tú y yo, buscando y transitando con paso errático por un camino firme del que desconocemos su trazado pero confiamos en su constructor. En ese camino, en esa senda, nos encontramos y por un momento disfrutamos de la complicidad de la sombra que tapó la luz de luna, que cada día como tú dijiste, nos arrebata los sueños de la noche que nadie conoce.