Por dónde empezamos... Todo comenzó ayer sobre las siete, nuestro intento de cenar en horario ingles el el nuevo restaurante japonés Sakura de mi ciudad fue abortado debido a que parece ser que aquí no impera el horario dietético continental. Esto nos obligó a dirigirnos hacia nuestro objetivo, el concierto de las Cantigas de Santa Maria del maravilloso
Ensemble Guilles-Binchois. La prueba consistía en encontrar en lugar para cenar en torno a las 8 y que pudiésemos acabar en 30 minutos. Faltaba poco para llegar al auditorio (con grandes recuerdos del extraordinario concierto del día anterior de Bach) y vimos dos farolillos rojos ondeando al viento en la, por mi denominada, zona comercial china, y sin otra posibilidad decidimos entrar. Nos sorprendió la amabilidad, el pillarles como aquel que dice en plena cena familiar y un gracioso niño chino rollizo. Nos sirvieron con
prontitud nuestra ensalada de rigor, pan chino, arroz con gambas, fideos de arroz tres delicias, ternera en salsa de ostras y un interesante pato a la plancha. Moisés, mi acompañante, y yo engullimos como pavos famélicos (el reloj nos indicaba severamente que el tiempo transcurría) y tras pagar y despedirnos salimos corriendo al auditorio.
Sentados en primera fila pudimos disfrutar de un concierto exquisito de música medieval y de lo bien que se lo pasaron los músicos. Evidentemente no era Bach pero mereció la pena. Una conclusión clara fue que en España les va esto de adorar a esa tal María, alias la Pacha Mama.
Al salir de allí comienza la caminata bajo los efectos de la cena opípara y la música relajante. El paseo se ilustra con vistas interesantes, una conversación sobre diversos temas y un infructuoso seguimiento de interesantes especímenes.
Hacia el final de la peripecia estamos cerca de una cárcel, con sus alambradas y todo. El lugar es algo inhóspito y las calles solitarias; pero pronto salimos de allí y nos salva el siempre lento y sucio metro. Era poco más de la una de la mañana.
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