Una agradable y cegadora luz cae sobre él, mientras siente que su alma es bautizada con dulces ecos que le recuerdan preciosas palabras que como versos acarician su alma. Camina suspendido en aquella atmósfera blanda, se desplaza mientras el aire pasa, casi sin tocarle, entre su cara y en su interior resuenan aquellas palabras que parecen escaparse de sus labios. Se dirige, con una sonrisa casi imposible, como cada día a aquel sitio pero; hoy no es como ayer, ni como ningún día antes, hoy el sol no molesta en sus ojos y todo lo que ve le parece maravilloso. Entonces en medio de toda aquella placidez inmerecida escucha pronunciar su nombre y es cuando despierta de aquel dulce sueño.
Hoy, lo han visto en la calle, caminando con los ojos cerrados, y dicen que se notaba que pensaba si aquello sucedió alguna vez y que, de forma casi maravillosa, se oían aquellas palabras que parecían versos cuando con él se cruzaban.
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