miércoles, 7 de marzo de 2007

Mi reposo

Mis ojos se cerraron para poder dejar que mi mente se recrease en aquella preciosa melodía. Imbuido por la música me trasladé a un lugar de hermosos recuerdos, a paisajes de mi niñez, a bosques con leyendas escritas en cada árbol y arroyos susurrantes de aguas cristalinas. Y mientras sentí como viajaba por aquellos espacios de tan preciados recuerdos mi alma descansó liberada de este duro vivir cotidiano.

Paseé por aquellos lugares que conocía mejor que mis pensamientos y mi espíritu revivió tras la mortecina espera de tus palabras. Soñé con verte caminar entre aquellos árboles vetustos de los que sólo Dios conocía su historia, pero como respuesta sólo obtuve silencio.


Cuando abrí los ojos el recuerdo de tu sombra se desvaneció entre las luces de las calles de una noche ventosa y mis recuerdos pueriles se diluyeron en el lamento de mi alma prisionera en mi dulce tormento.


Mientras escribo aún mantengo la esperanza de sentir aquellos viejos paisajes de nuevo porque sé que son reales, porque los pisé en otro tiempo, pero hay cosas que sólo viven en mi imaginación, pensamientos y esperanzas que nacen de mentiras aceptadas, de una imaginación desbordada y que se alimentan de fe en palabras huecas que yo lleno con mis sueños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esperanzas y sueños, ilusiones y sueños, promesas y sueños. Sueños y esperanzas. Sueños vivos, tan sólo en el recuerdo. Pero, ¿dónde viven los sueños más que en el recuerdo? El recuerdo son sueños. Pasados, sí, pero menos muertos que los del presente. Un presente que vive aletargado por la lejanía de la luz que brilla en la cima de aquella montaña que coronamos en la época de infancia, la protagonista de los sueños que vivimos hoy, y mañana.

Porque mañana soñaremos, seguiremos soñando. Y mañana soñaremos por que el pasado vuelva, transcienda el tiempo y se convierta para nosotros en presente.

Sergio Moliner Clemente dijo...

Y para cuando los sueños se apagan en las tristezas diarias, y la esperanza se pierde entre ilusiones inalcanzables entonces los dulces años de la infancia ganan poder y brillo entre nuestros recuerdos. Sumidos en el amargo sabor de los años que se fueron mezclados con los que perdonemos descendemos esa cima coronada para bajar al valle de la madurez que, perdido entre las brumas de la decepción, nos impone una existencia que sólo los sueños nos permiten cambiar.