Quiero compartir con todos mis lectores la alegría de conseguir un sueño, que desde hace tiempo estába persiguiendo: La creación de un ministerio cristiano en la red. A partir de ahora aquellos que me siguen podrán participar, si lo desean, de mi nueva andadura. Dios quiera que sea de bendición para muchas personas.
Sólo resta agradecer a mi esposo el trabajo que ha realizado, las horas invertidas, sin el que sería imposible este Ministerio cristiano.
Soli Deo Gloria.
www.Peregrinoreformado.com
viernes, 23 de octubre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
Leyenda del hombre y el puente
Hace muchos años vivió un joven en una ciudad de la que no me dijeron el nombre. Aquel muchacho, el nombre lo sabía pero no logro recordarlo, se lanzó a vivir con grandes esperanzas, con energías y resuelto a logar todo lo que se proponía. Durante muchos años sintió el éxito en sus labios, alcanzó respetabilidad, amistad y fama; hasta que un día oscuro la desgracia anidó sobre sus sueños.
Entonces despertó de la pesadilla, su mundo se destruyó y fue barrido del mapa, como el barro desaparece arrastrado por la fuerza del agua. Nadie lloró su desgracia, todos se apartaron de él y como un moderno Job no supo descubrir el motivo de su duelo. Se vio morir a sí mismo y también vio como lo mataban. Todo acabó un día en el que sólo y moribundo, abandonado por los suyos, falleció engullido por el dolor y la soledad que le esperaba. Hasta sus más íntimas esperanzas murieron aquel día cuando las aguas bravas, de un río muy conocido, se llevaron su cuerpo inerte hasta la orilla de una isla ignota.
Me dijeron también que no había muerto en realidad, que aún seguía vivo allí donde su cuerpo fue arrastrado. No creí que pudiese sobrevivir, pensé que la muerte se lo había llevado en su regazo pero un día, en una de mis viajes, lo vi, aunque ya no se parecía a aquel muchacho del relato. Ahora era un hombre serio, ocupado, con aire melancólico y esperanzas acalladas. Vivía feliz en tierras lejanas, en un país de gente gris y vidas anodinas pero que para él, peregrino de este mundo, eran sencillas. De su antiguo hombre poco quedaba, tan sólo brillos sombríos de vidas truncadas, y en el futuro se dibujaba la paz y el amor de un hogar hecho con trabajo y sacrificio. Creí que al verlo me reconocería pero no lo hizo. Vi el miedo en sus ojos al verme, sentí que no quería mirarme por todo lo que yo le recordaba.
Aún recuerdo aquel anochecer, nublado y triste, cuando después de verlo abandonado por todos, sin esperanzas, yo le tomé la mano y le ayudé a caminar hacia el puente del río mientras le decía, susurrandole al oído, que se lanzara.
Entonces despertó de la pesadilla, su mundo se destruyó y fue barrido del mapa, como el barro desaparece arrastrado por la fuerza del agua. Nadie lloró su desgracia, todos se apartaron de él y como un moderno Job no supo descubrir el motivo de su duelo. Se vio morir a sí mismo y también vio como lo mataban. Todo acabó un día en el que sólo y moribundo, abandonado por los suyos, falleció engullido por el dolor y la soledad que le esperaba. Hasta sus más íntimas esperanzas murieron aquel día cuando las aguas bravas, de un río muy conocido, se llevaron su cuerpo inerte hasta la orilla de una isla ignota.
Me dijeron también que no había muerto en realidad, que aún seguía vivo allí donde su cuerpo fue arrastrado. No creí que pudiese sobrevivir, pensé que la muerte se lo había llevado en su regazo pero un día, en una de mis viajes, lo vi, aunque ya no se parecía a aquel muchacho del relato. Ahora era un hombre serio, ocupado, con aire melancólico y esperanzas acalladas. Vivía feliz en tierras lejanas, en un país de gente gris y vidas anodinas pero que para él, peregrino de este mundo, eran sencillas. De su antiguo hombre poco quedaba, tan sólo brillos sombríos de vidas truncadas, y en el futuro se dibujaba la paz y el amor de un hogar hecho con trabajo y sacrificio. Creí que al verlo me reconocería pero no lo hizo. Vi el miedo en sus ojos al verme, sentí que no quería mirarme por todo lo que yo le recordaba.
Aún recuerdo aquel anochecer, nublado y triste, cuando después de verlo abandonado por todos, sin esperanzas, yo le tomé la mano y le ayudé a caminar hacia el puente del río mientras le decía, susurrandole al oído, que se lanzara.
viernes, 31 de julio de 2009
Aliaga
Tus montañas han sido arañadas por el fuego que todo lo consume, sin detenerse ante la belleza esculpida durante siglos. El color de la vida se tornó olor de muerte y ceniza, mientras mi corazón se abrasó al paso de las llamas que devoraron tus bosques.
Cuando veo destruidos los paisajes de mi infancia las lágrimas surcan mi cara, se me hace difícil el respirar. Clamo a Dios preguntando el porqué de todo esto. Sé que Él es grande y sus motivos no los puedo entender. Lo único que sé es que la visión de cenizas y desolación han arrancado un trozo de mi esperanza. En mis sueños recuerdo el verde de tus bosques, en mi imaginar aún camino entre los pinos de antaño. Como un tesoro quedarás en mi recuerdo, en lo más profundo de mí ser Aliaga siempre será aquel bello lugar que Dios hizo con esmero.
Cuando veo destruidos los paisajes de mi infancia las lágrimas surcan mi cara, se me hace difícil el respirar. Clamo a Dios preguntando el porqué de todo esto. Sé que Él es grande y sus motivos no los puedo entender. Lo único que sé es que la visión de cenizas y desolación han arrancado un trozo de mi esperanza. En mis sueños recuerdo el verde de tus bosques, en mi imaginar aún camino entre los pinos de antaño. Como un tesoro quedarás en mi recuerdo, en lo más profundo de mí ser Aliaga siempre será aquel bello lugar que Dios hizo con esmero.
miércoles, 13 de mayo de 2009
El Pasado
Cuando uno se encuentra con el pasado no sabe qué hacer. Es como toparse con un trozo de alma que habías perdido en una batalla.
El pasado no es más que un libro de experiencias, un manual de instrucciones del tiempo, que Dios escribe para nosotros.
La mejor arma para enfrentarse al pasado es el presente, el ahora, y el mañana, aquel mañana radiante en el que el pasado no es más que una mala experiencia.
Si un día me encontrase con mi pasado no sabría qué hacer, tal vez, sonreiría y le diría adiós, gracias, porque por su causa tengo mi presente.
El pasado no es más que un libro de experiencias, un manual de instrucciones del tiempo, que Dios escribe para nosotros.
La mejor arma para enfrentarse al pasado es el presente, el ahora, y el mañana, aquel mañana radiante en el que el pasado no es más que una mala experiencia.
Si un día me encontrase con mi pasado no sabría qué hacer, tal vez, sonreiría y le diría adiós, gracias, porque por su causa tengo mi presente.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Canción del hombre feliz
Cuando veo la angustia de aquellos que no ven un mañana, que cada día que se levantan su futuro es más incierto; que movidos por el desaliento viven en decrescendo, cuyos días son como sinfonías que perecen, envueltas en el ruido de la desesperación; es entonces que doy gracias a Dios porque te tengo.
Como dos columnas del Templo del Rey Salomón nos erguimos ante la tempestad de este siglo; porque el Señor te dio la prudencia, la mesura y la humildad para aguantar nuestra Casa. Sobre tus hombros descansa mi sustento, mientras mis sueños fluyen tranquilos.
¿Qué he de temer si Dios me rodea con sus manos desde el Cielo y tú sustentas mi mundo entero?
¡Cuán afortunado soy cuando veo la desesperación apoderándose del mundo entero y yo gozo de la tranquilidad y la seguridad que construyes para mí!
Como dos columnas del Templo del Rey Salomón nos erguimos ante la tempestad de este siglo; porque el Señor te dio la prudencia, la mesura y la humildad para aguantar nuestra Casa. Sobre tus hombros descansa mi sustento, mientras mis sueños fluyen tranquilos.
¿Qué he de temer si Dios me rodea con sus manos desde el Cielo y tú sustentas mi mundo entero?
¡Cuán afortunado soy cuando veo la desesperación apoderándose del mundo entero y yo gozo de la tranquilidad y la seguridad que construyes para mí!
Canción del hombre triste
La pobreza te ha atrapado, como un león a una presa.
En tus ojos pude ver el miedo y la súplica. Tus manos me contaron historias de dolor y dureza. En tu voz se escondió el llanto de la amargura y bajo tus melancólicas palabras vivía el recuerdo de los años pasados.
Mi alma se conmovió pero tu no lo notaste; me viste frío, arrogante, distante; créeme que mis ojos notaron el frío del hambre al oír tus palabras.
Te reprendí, os acusé de no pensar en el mañana mientras tú, herido, inclinaste el rostro empujado por la culpa.
Te fuiste y nada se de ti, tan sólo de tu hambre, desesperación, tus miedos. Quizás no exista un mañana, tal vez te engulla el dolor de lo perdido, y nunca más sepa nada de ti; pero tus palabras sonaron tan potentes que se clavaron en mi alma.
En tus ojos pude ver el miedo y la súplica. Tus manos me contaron historias de dolor y dureza. En tu voz se escondió el llanto de la amargura y bajo tus melancólicas palabras vivía el recuerdo de los años pasados.
Mi alma se conmovió pero tu no lo notaste; me viste frío, arrogante, distante; créeme que mis ojos notaron el frío del hambre al oír tus palabras.
Te reprendí, os acusé de no pensar en el mañana mientras tú, herido, inclinaste el rostro empujado por la culpa.
Te fuiste y nada se de ti, tan sólo de tu hambre, desesperación, tus miedos. Quizás no exista un mañana, tal vez te engulla el dolor de lo perdido, y nunca más sepa nada de ti; pero tus palabras sonaron tan potentes que se clavaron en mi alma.
miércoles, 25 de junio de 2008
El momento más largo del día
La eternidad se entrelaza con el deseo durante los minutos que pasan mientras espero que llegues cada día; deseando que irrumpa ese momento en el que mis labios se unen a los tuyos y mis ojos vuelven a verte después de decirte adiós en la mañana.
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